sábado, 20 de noviembre de 2010

Paris y Tú




Paris es el héroe o, propiamente hablando, el personaje central de este cuento de alta vinosidad. Sería oportuno decir que Paris es un energúmeno, un actor de poca fe y honestidad diminuta. Paris es un croissant y debajo de sus capas finas, hojaldradas parisinas esconde vanidad, inmodestia y pedantería;

Poseído por su espíritu ambiguo y arrogante, Paris -como todos los bollos de su categoría- se cree el mejor, suspirando por el sabor superior, y el más de todos exquisito. Cierto es que ese figurón desprende un aroma retozón; a mantequilla fresca, a levadura de panadero cálida y a hogaza dulce, a leche perfumada con una rama fina de vainilla.

Ese carácter sensorial y olfativo de Paris se puede observar y más se hace notar por las mañanas muy temprano; y no es que Paris sea un valiente madrugón, ni mucho menos. Su propiedad volátil que en esas fragancias pasteleras se reúne adquiere un valor excepcional y con plena espontaneidad sus aromas exquisitos libra y lanza. Paris, que no es más que un pretencioso cruasán con un tal especial olor, adora que los que están a su alrededor -uno tras otro haciendo cola en la panadería- dirijan un interés puntual pero franco hacia él. Le encanta despertar la sensibilidad de la nariz y por consecuencia y en ocasiones atraer miradas y suspiros por las mañanas, pronto.

El caso es que a mi también me engañó y por eso estoy aquí; para contar, con cuidado degustar y luego avisarte que un buen olor a veces trae disgustos culinarios y tormentos que con ningún vino se maridan.

Talante que Paris no se merece, la verdad. No se merece desprender aromas tan sublimes ni oler tan bien cuando su interior está vacío. Vacío de sabor, de razón, de sensatez y de sinceridad del gusto. Paris nació como nace un simple pero rico pan; a base de harina, levadura, agua y sal pero Paris no alimenta. Me parece a mí pues que Paris estuvo por estar, por aparentar y engañar. Engañar la vista, la razón y el buen criterio de lo que yo nombro delicia, deleite, placer o gusto.

Para bien justificar dicho engaño y el porqué nunca más me pediré un croissant, te cuento lo siguiente.

Paris promete que en su caparazón de masa madre esconde un relleno de chocolate de ganache, garnache o como él con su acento de París lo quiera llamar, acento y pretensión errónea, ya que por tierras parisinas nunca ha estado. Además, se trata dice de un ganache especial, aromatizado con vino tinto de garnacha. Un relleno que sin duda te hace imaginar y seguidamente exclamar ¡qué afortunada casualidad! ¡cuán afinidad lingüística, culinaria y cultural! de las que culminan el sabor y la razón ¡un relleno de ganache perfumado con vino de garnacha!

Un suave y untuoso ganache de chocolate y vino, semigelatinosa textura que deja que prevalezca de la garnacha tinta la acidez, un recuerdo a vino joven y rosado, es lo que todo aquello bajo capas de masa fina de hojaldre hacía desear, que un croissant relleno y de verdad Paris sería.
La garnacha, humilde pero con su don potencial que no todos la valoran, aunque se debe también reconocer que el vino de Garnache tanto aquí como por París, se deja con placer verterse dentro de decantadores de alta clase.
De alto género también se pensaba que era Paris, y adelantándose a su verdadero sabor, engañaba, una y otra vez, la nariz de cada victima inocente y matutina.

-Prometo ser fiel, fiel al sabor y a lo que mi olor a manteca limpia promete. Prometo ser yo y tan sólo yo, único y exquisito. Prometo ser un croissant de origen y de verdad, de garnacha y de ganache, prometo que mi relleno se esconde para después deleitar y no para fingir relleno fino y delicado que no poseo.

Me temo que Paris sigue por ahí, esperando seducir, poniendo trabas entre el olor y el sabor, falsamente presumiendo de un original relleno. Su concha de hojaldre al morder te deja la boca llena de aire esponjoso que gracias a la levadura cundió. Como tu paladar de manera instintiva se prepara para recibir oleada de chocolate bien cremosa, te sobrará saliva para saborear algo que no está, porque simplemente no existe.

Paris por dentro está vacío de verdad. Me parece a mí que, aunque la garnacha en francés provenzal se pronuncie garnache, Paris estuvo por estar, por aparentar y engañar a olfatos que pueden soñar con rellenos de ganache, garnache y de garnacha.




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