sábado, 19 de marzo de 2011

Gourmet Solidario



No soy de los que hacen homenajes a tragedias y grandes catástrofes. No suelo utilizar mis escritos y pensamientos para tener mis cuentos al vino up to date, ni aspiro a un blog actualizado al día. No me gusta aprovechar, ni falta me hace, de la actualidad para tener de qué hablar.
Prefiero que los días me sigan a mí
y que yo, según inspirac
ión y vinos, colorearles de una u otra manera.

Hace días, tras haber estado en un local japonés disfrutando como yo sola, dejé en este rincón envinado mi testimonio a modo de entrada y de cuento. Reconozco que a menudo e involuntariamente, es decir sin querer y sin intención alguna, procedo a hacer cosas que de alguna manera al poco tiempo resultan un tanto premonitorias, si se puede considerar premonición ir a comer a un japonés, días antes de que esas noticias que llegaron desde la otra punta del mundo nos impactasen.

Hoy Viernes, me ha llegado un email de un amigo griego que conoce y comparte mi amor por el vino y el buen vivir, los simples deleites o las exquisiteces más precisas. Me manda unas imágenes de banderas de distintos países hechas cada una de sus respectivas comidas y alimentos típicos. España es chorizo (¿?). Grecia es queso feta y aceitunas ricas negras. Italia es espagueti, basilico y pomo d´oro. India es curry y arroz basmati. Francia es fromage y roquefort. Líbano es tomate picado para el tabulé. Japón es sushi.Y así cada país se representa mejor que nunca por sus costumbres alimenticios, por sus alimentos que desvelan el carácter y la cultura.
Me quedo mirando las banderas y me pongo a buscar su referencia, resulta que se hicieron para promocionar el Sydney International Food Festival del 2009. Decido comentarlo y presentarte aquí algunas de esas banderas y por sensibilidad, y no por atraer miradas, antepongo la bandera japonesa, la del sushi.


Y me siento incómoda por preocuparme tanto no de comer sino del buen comer, no de beber sino de beber vino, mientras las noticias me superan y los sueños de toda una cultura se perturban y se convierten en pesadillas de dragones que no parecen tener piedad alguna.

Comer y beber pues, inquietémonos tú y yo tan sólo de ello y que desde la inmodestia despreocupémonos de cualquier desgracia.


Entre mis aficiones destaco la de juntar en Madrid vino de todo el Mundo, entre ellos vino de Japón. Sí, en Japón también se hace y se bebe vino y se trabaja con la vid. Entre semana me llega la siguiente comunicación que, con todo mi respeto, aquí copio y pego por si nos enteramos de una vez que el buen vividor debe de dejar de preocuparse de los grandes caldos y las buenas mesas y poner a prueba su sensibilidad catando el dolor ajeno. La actualidad nos va marcando los criterios y los papeles y de verdad me alegro por no haberlos perdido. Una mínima sensibilidad nos quedará, nadie querrá ver una bandera de un país totalmente en blanco.


¨Hola Georgia,
Gracias por entender la situación. Estamos parados.
Muchas actividades se
han anulado. Todavía no sabemos hasta cuando dure esto.
Esperamos que se recupere la normalidad pronto.
Ya comunicaré contigo.
Estaremos en contacto.


Un saludo,


Yoshiko
¨

domingo, 13 de marzo de 2011

Vega Sicilia 1979, Tinto Valbuena 3º




Desde el cariño y el simbolismo, hace un par de años me llegó a casa el citado vino por mi 30 cumpleaños a modo de regalo.
Cierto es que remontar al pasado es tan peligroso como el hab
lar de él.
¿Un cuento más?



Abrir esa botella me daba el suficiente miedo para finalmente poder hacerlo casi dos años después de haberla recibido; miedo a no poder apreciar un mito, miedo a que mis cuentos no estén a la altura de las fábulas enológicas de este país que me tiene acogida. Si me fallan los sentidos y la sensibilidad entonces me retiro y me rindo. Ya poco sentido tendrá seguir dedicándome a algo que plenamente me enamoró y que yo lo defraudase, al descorchar esa botella.
Miedo y enfado, sentimientos que gracias a su propiedad volátil, en el momento de recibir ese vino, florecieron y hasta hace poco no se redujeron, ni se oprimieron. Al final llegó el momento. Transcurridos dos años, dos mudanzas, casi dos cumpleaños y una única obsesión decidí abrir el Vega Sicilia Tinto Valbuena 1979, decisión que al final ni se forzó ni se planeó, sino surgió como fluyen las líneas de un monólogo de improvisación. Hablando de monólogos, tengo también que matizar que si me enfadé y si me intimidé en su momento fue porque llevaba ya un tiempo abusando de la vida solitaria, de la soledad en sí. Hubo pérdidas y una buena ración de infelicidad que llegaron a su cenit, siendo esa botella la gota que colmó la copa de mi tolerancia, paciencia y mi soledad voluntaria.

Este cuento va de vinos y lamentablemente también se trata de la nota de cata de una persona que nació el año 1979, hoy tiene casi 32 años y lucha porque todos los días, uno tras otro, le sepan a vino. Se siguen aceptando sugerencias de cómo tratarla, ¨handle it with care¨, sin embargo esa persona carece de coherencia, padece de una demencia que solamente se cura por momentos, cuando le hablan del amor, de vinos y de aromas. Para los que le tienen catada le catalogan entre las gentes que con facilidad se relacionan con su alrededor y que con la misma facilidad desalojan su casa y hogar, huyéndose y queriéndose marchar a su tierra, término del que solamente se acuerda cuando esa misma demencia le hace ver que no sabe, no rinde, ni sueña.
Teniendo pues todo lo anterior asumido, pude y así superé mi miedo al descorche y procedí a catar esa fábula que durante dos años me tenía atormentada.

Lo que además también me preocupó durante ese tiempo de espera fue la custodia de ese vino en sí, teniendo en cuenta que esa botella sufrió conmigo dos desahucios, uno más duro que el otro. La buena conservación de ese vino me tenía relativamente intranquila; nunca he compartido esa vanidad de querer atesorar vinos vintage en mi propio hogar, partiendo de la muy modesta opinión de que si mi hogar no se asemeja a una bodega catedral entonces es un delito pretender alargar la vida de un vino que por días y noches auto potencia sus características organolépticas. La custodia de vinos es un tema que en teoría uno puede plenamente dominar, sin embargo pienso que la cautela tiene que prevalecer y decir que la guarda, tanto la crianza como el envejecimiento en botella de los nobles, debe ser el oficio propio de uno que posee sobre todo los correspondientes recursos, ante cualquier otra sensibilidad.



Me ceñiré a una nota de cata muy tímida y humilde, es lo más que puedo hoy en día hacer, superados los miedos y mi soledad voluntaria. Sin embargo, te puedo asegurar que las sensaciones que al final pude percibir al beber ese vino fueron una experiencia digna de cuentos y de fábulas, esperando que no sea la única o última de mi vida sibarita.
Me complace decirte que fui capaz de abrir esa botella sin que ni una mínima parte sólida del corcho se me escapase y atormentase el sueño largo del tinto Valbuena del 79.



Me complace decirte que aunque esa botella viajó y sufrió tanto como yo, casi una hora y media tras abrirla y decantarla, cogió forma de joya en mi copa, supo a algo que por fin admito que no tengo ni puñetera idea de cómo describir vía cuentos o monólogos. Tuve la sensación de haber acertado tanto en abrirla en ese preciso día y momento que si fuese un día antes o después igual no me impactaría tanto. ¿Perfecto? ¿delicia inolvidable? ¿Una culminación y explosión de sabor y sensaciones? Un sabor tan integro, tan entero y tan fiel a lo que he estado soñando y, a pesar de mi desafío mental, esperando.

Me consta que el Valbuena 3º que se comercializó durante los años 80, hoy en día sustituido por el 5º, ya se ve rara vez y siendo el que a modo de regalo me tocó, hice un gran esfuerzo de no verme sugestionada por ningún dato técnico u otras opiniones que podrían perturbar mi criterio y ese momento tan especial.




Lamento de verdad que esta vez mi material fotográfico se quede bastante corto, cierto es que es demasiado difícil captar ese color y sus fajas, esa evolución que un vino adquiere tras treinta y tantos años embotellado en un ambiente de asfixia moderada y favorable.
Dos colores, igual se acercan a lo que yo con mis propios ojos pude valorar. Rojo cereza de textura aterciopelada, ribete y evolución de tonalidad de color teja, dulcemente amarronado. Doy las gracias por no depender de ninguna cámara para poder capturar y almacenar imágenes, aspecto, colores y sobre todo aromas y el sabor. Sin ninguna intención de presumir de nariz adecuadamente educada, sí que presumo de mi capacidad de recordar detalles mínimos y no nimios, tener archivo propio de memoria olfativa que bajo ningún concepto se ha visto afectada por la demencia anteriormente mencionada.
Me impresionó pues ese ligero matiz que todavía le quedaba de aroma primario, destacando y delatando después de tanto tiempo su variedad principal, la bendita tempranillo. Fruta madura y pasificada, ausencia total de aromas fermentativos, pasando directamente a un bouquet que desprendió recuerdos a cuero y madera vieja bien conservada, una expresión tánica excelentemente limada, convertida en un cuerpo sedoso.

Tan breve es mi descripción, inversamente proporcional a lo que sentí y viví cuando caté el Valbuena 3º y aquí te cuento. Hablar más sería redundar y provocar quizás preguntas que por lo menos hoy en día no proceden.

Un gran vino para no olvidar. No me olvidaré ni de su sabor ni de sus días de custodia, ni de mis miedos que al final pude descorchar, teniendo ya mis treinta y tantos años.



Notas:

  • Ningún vino fue maltratado durante esos dos años de custodia. La única incidencia fue el despegue de su etiqueta, la misma noche que se descorchó la botella.
  • Simbolismo (R.A.E): 1. m. Sistema de símbolos con que se representan creencias, conceptos o sucesos. 2. m. Escuela poética, y, en general, artística, aparecida en Francia a fines del siglo XIX, que elude nombrar directamente los objetos y prefiere sugerirlos o evocarlos.


miércoles, 9 de marzo de 2011

Sushi ¡Pop!



Sushi, sashimi, shoyu, nigiri, maki, temaki, uramaki, waribashi, wasabi, gari, hashi y otras delicias de Japón que nos ayudan a ver el lado bueno, rico y bonito de la vida.
Autentico acontecimiento y peripecia la de comer y si no domas los palillos y tu pasión por la comida cruda , igual sí que te cuesta sin tenedor tu hambre saciar, igual comer con las mano
s también te vale.
En todo caso, antes de acomodarte tienes que recorrer media ciudad, perderte por unos cuantos callejones, dudar si en algún que otro bar ent
rar y pedirte un buen menú.
Lleva antes tu hambre por un paseo algo largo y marcado po
r distritos, olores y sabores que implican un antojo persistente e imaginación tenaz.



Hoy precisamente que estás aquí, dejaría al lado los vinos y mis demás historietas habituales.
Por cierto, dime ¿qué es para ti habitual? ¿qué será correcto o sabroso? Juégatela hoy de una vez y dime cómo es que tu personaje se incorpora en mi mundo de verdad, intruso de viñetas que otra historia relata.




Hecho en su mayoría de pescado fresco, graso y azul, el sushi hace referencia al sabor primitivo e inicial, un arte culinario impecable que balancea entre lo tiernamente insípido, fino y elegante. Hay que reconocer también que hoy el concepto maridaje sería inútil emplear o incluso tolerar. ¿Por qué unir el vino con culturas que con una tibia y verde infusión o con licores previamente fermentados de arroz, nigori y nigorizake, sus bocados disfrutan y riegan?



Improvisado comunicador este cuento pues; puntualmente verás cómo interfiere tu personaje dejando atrás una buena impresión como carácter sápido, propio de ese bocado crudo y por lo demás exótico y poco conocido; él y tú os reunís bajo el techo de un mismo sushi bar, bajo el título de un mismo cuento que apunta a un sabor difícil y complejo de asumir y con términos instantáneos describir.

Tan sólo se me ocurre hacer mención al aroma de las nalgas nori y el vinagre de arroz, el picoso del jengibre y el picante de pase nasal del wasabi, la estructura indiferente del tofu y del crudo calamar. El matiz salobre de la salsa de soja; esa ligera efervescencia y toque mineral que deja atrás la nítida carne cruda de atún.



Cómo percibir y asumir gustos tan definidos, confuso ya por tus propias ganas de opinar sobre algo que tan poco por naturaleza e inercia dominas. Te leo la mente, la mirada y tus expresiones mientras vas saboreando con cierta duda cada plato y elijo una cerveza que por su punto amargo y espuma finalmente nos convencerá, quitándonos la sed y a ti esa duda que tu apetito reta y desafía.

Así defino yo ese sabor a tofu, sushi y sashimi; ese gusto que al mismo tiempo tus sentidos excita y seguidamente te alivia y te limpia el paladar, catarsis desde el punto del sabor extremo hasta lo neutro que cura y apacigua. Quizá la falta de un vino de esta mesa defina finalmente el porqué de mis costumbres, de mis hábitos tan mediterráneos y muy vistos.

Paseo por las paginas de tus relatos que van por distritos, platos y capítulos de tu buena vida. Me levanto de esta mesa y me dirijo hacía el centro de esta ciudad, permíteme seguirte y mi cerveza de arroz cambiar por una historieta tuya más, un cuento sin vino pero digno.

EL GOURMET SOLITARIO
Jiro Taniguchi-Masayuki Kusumi

Colección: Colección Sillón Orejero
Rústica con solapas
B/N. 200 páginas.
18 euros.
ISBN: 978-84-92769-68-1

Un hombre solitario, con un trabajo que le permite una gran movilidad, recorre las calles de Tokio y otras localidades japonesas para visitar a sus clientes. Cada día es una ocasión para redescubrir un barrio que conoce o para conocer uno nuevo. Pero para este hombre, siempre solitario, el momento de la comida constituye una auténtica aventura, casi un ritual. A lo largo de 19 capítulos El gourmet solitario nos presenta otros tantos platos de la cocina tradicional japonesa. A través de la mirada curiosa de este viajero gastronómico, los autores, Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi, trazan un auténtico retrato sociológico de Japón y de su riqueza gastronómica. Ambos consiguen sumergirnos en las costumbres japonesas, en un paseo sembrado de olores, sabores y diversidad. El gourmet solitario forma parte de esas cosas sencillas que nos ayudan a ver el lado bueno de la vida.