lunes, 22 de febrero de 2010

Just Another Love Story o La Ensalada Danesa



Just Anothe
r Love story o La Ensalada Danesa
Recetas nada convencionales


A Sergio R.E.

De esas personas nuevas que se te cruzan por el camino así de repente, pero de una manera tan habitual y sensata, surgen cenas imprevistas, hechas con ganas, ilusión, cariño. Surgen recetas y sentimientos, se ensamblan los ingredientes, los orígenes y los destinos de cada. Esas recetas que piensas guardar y repetir, que antes de que uno te diga ¨buenas noches¨, estás apuntando los ingredientes y a veces se te quita el cansancio y las ganas de dormir.

Hablando de sueño, una noche de esas frías madrileñas que llegas a tu cama no con sueño, sino con ganas de desconectar del mundo no dormido, hice un buen intento de acercarme a la cultura contemporánea danesa y ver una historia más de amor[1]. La historia empezó mal, continuaba de una manera demasiado del norte, durante unas escenas me di por aludida. Me empezaron a pesar demasiado las escenas sucesivas de tantas casualidades irónicas y entonces me entró sueño, de verdad.

El norte escandinavo es algo que había prometido no volver a mencionar.

El día siguiente empezó tomando de pie en tu cocina un buen café y una rebanada de pan con aceite, así vuelvo yo rápido a la realidad mediterránea; la que te manda salir de casa para buscar tu próximo destino, la que te lleva a algún bar para tomar el segundo café del día, mientras estás esperando para la próxima entrevista. La parte productiva de la mañana se acaba y al mediodía vuelves a casa no tan cansado pero con ganas de estarlo, y así disfrutar tu pequeño descanso de ¨no tengo tiempo ni para echarme una siesta¨.

Acelerada y sin el más mínimo indicio de cansancio físico, intento recordar la media película de anoche, pero solamente se me viene a la cabeza el sonido desarticulado de palabras sueltas en danés[2] mezclado con el intenso sabor a aceite de oliva y café de mi desayuno de esta mañana. Esta noche viene un invitado para cenar, es amigo de mi amigo[3] que hace magia de la verdadera. El invitado es una persona muy viajera, viene o más bien sucede de varios puntos geográficos, recorre todo el mundo, se dedica a no parar de viajar; será porque sus raíces se extienden desde el sur de las Américas hasta el norte más norte de Europa del norte.

La figura del invitado es sagrada, es como el cliente, que siempre lleva la razón o más que eso. El invitado a tu casa es el que lleva y trae la razón, y un motivo más para preparar una cena y un plato extra para él, experimentar y sugerir, darte a conocer y recibir su opinión sagrada. Hoy había que preparar una cena para un invitado especial, desconocido pero con buenas referencias.

Sin tener mucho tiempo (aunque no me haya echado la siesta), empiezo a buscar en la nevera, en los armarios de la cocina y conforme voy encontrando los ingredientes, visualizo la mesa de esta noche y entre otras cosas, está clarísimo, me veo haciendo una ensalada.

Todo empieza porque hayas encontrado una bolsa intacta de rúcula y, hazme caso, esas hortalizas siempre pueden formar la base de una ensalada corpulenta, suculenta y versátil. Siguiendo mi paseo por tu despensa encuentro más cositas, y ya todo lo que localizo es una pieza más de mi nueva ensalada, la que todavía no tiene nombre ni origen.

A continuación, los ingredientes encontrados y bien aprovechados

Una bolsa de rúcula

Una manzana verde

Media cebolla

Una granada,

comprada en el Mercado de San Miguel después de haber tomado champán con fresas.

Pepinillos en vinagre,

de esos grandes y dulces, los que pegarían tanto con esa tortilla improvisada para desayunar, o con una hamburguesa casera.

Queso mozzarella.

Lonchas de jamón de

bellota,

cortado por ti y catado por Vicente.

Una tarina de yogur griego, una cucharada de mayonesa, miel griega,

vinagre de manzana, aceite de oliva, pimienta y clavo. (estos últimos para la salsa dressing de la ensalada)

Al acto

Se prepara la salsa, mezclándolo todo bien. Se prepara la rúcula en un cuenco grandote. Se parten los pepinillos en rodajas finas, casi transparentes, se pica la cebolla y se aliña con la salsa.

Se parte la manzana sin pelarla en rodajas y se parte la mozzarella al igual. Cada rodaja de mozzarella encuentra su rodaja de manzana, se van juntas al horno durante unos minutos hasta que el queso empiece a fundirse encima de la manzana.

Segundos antes de llevar la ensalada a la mesa, asienta las manzanas y el queso a lo alto y entre ellas coloca las lonchas del jamón.

Espolvorea, si así se dice, los granos de granada por encima y llévala rápido adonde tus invitados, que se tiene que saborear notando el contraste entre el fresco de la rúcula y el templado de las manzanas.

La noche sigue, la noche sigue con amenidad y tan a gusto con todos aquellos que están allí conmigo, ya llevamos un vino blanco excelente del sur de África, el white Stell[4] y vamos completando la cena con un champán delicioso que el invitado nos ha traído. Seguimos hablando y riéndonos.

Me acuerdo de la película danesa de anoche y pienso -casualidades de las pocas- que esta noche con más naturalidad que ayer me estoy acercando de verdad a la cultura contemporánea escandinava.

Se deja caer el tema del cine danés, el invitado nos explica alguna que otra cosa que nosotros ignorábamos, el invitado es un ensamblaje perfecto de dos culturas opuestas, como la distancia que se recorre entre un vino blanco de África afrutado y un champán de Francia de burbuja fina que parla fino y delicado.

La noche se acaba con risas, con acentos ya familiares y promesas a volver a vernos para degustar un buen fondue de algo que se pueda fundir y degustarse mientras se habla de culturas, amor, cine y granadas, las que se pueden comprar en cualquier mercado, en cualquier rincón del mundo recorrido.

Mañana tengo otra cena y pienso preparar la misma ensalada.

Por cierto, ya tiene nombre, origen y sentido.

Se llama la Ensalada Danesa.




[2] El que me acompaña en las sesiones nocturnas de cine, opta siempre por la V.O.

[3] Hace ya meses, en Madrid, conocí a una persona de origen andaluz, que es capaz de convertir el pasillo de una casa en un escenario, capaz de darte un consejo único y hacerte sentir protagonista en una obra de hadas exclusiva




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