miércoles, 9 de marzo de 2011

Sushi ¡Pop!



Sushi, sashimi, shoyu, nigiri, maki, temaki, uramaki, waribashi, wasabi, gari, hashi y otras delicias de Japón que nos ayudan a ver el lado bueno, rico y bonito de la vida.
Autentico acontecimiento y peripecia la de comer y si no domas los palillos y tu pasión por la comida cruda , igual sí que te cuesta sin tenedor tu hambre saciar, igual comer con las mano
s también te vale.
En todo caso, antes de acomodarte tienes que recorrer media ciudad, perderte por unos cuantos callejones, dudar si en algún que otro bar ent
rar y pedirte un buen menú.
Lleva antes tu hambre por un paseo algo largo y marcado po
r distritos, olores y sabores que implican un antojo persistente e imaginación tenaz.



Hoy precisamente que estás aquí, dejaría al lado los vinos y mis demás historietas habituales.
Por cierto, dime ¿qué es para ti habitual? ¿qué será correcto o sabroso? Juégatela hoy de una vez y dime cómo es que tu personaje se incorpora en mi mundo de verdad, intruso de viñetas que otra historia relata.




Hecho en su mayoría de pescado fresco, graso y azul, el sushi hace referencia al sabor primitivo e inicial, un arte culinario impecable que balancea entre lo tiernamente insípido, fino y elegante. Hay que reconocer también que hoy el concepto maridaje sería inútil emplear o incluso tolerar. ¿Por qué unir el vino con culturas que con una tibia y verde infusión o con licores previamente fermentados de arroz, nigori y nigorizake, sus bocados disfrutan y riegan?



Improvisado comunicador este cuento pues; puntualmente verás cómo interfiere tu personaje dejando atrás una buena impresión como carácter sápido, propio de ese bocado crudo y por lo demás exótico y poco conocido; él y tú os reunís bajo el techo de un mismo sushi bar, bajo el título de un mismo cuento que apunta a un sabor difícil y complejo de asumir y con términos instantáneos describir.

Tan sólo se me ocurre hacer mención al aroma de las nalgas nori y el vinagre de arroz, el picoso del jengibre y el picante de pase nasal del wasabi, la estructura indiferente del tofu y del crudo calamar. El matiz salobre de la salsa de soja; esa ligera efervescencia y toque mineral que deja atrás la nítida carne cruda de atún.



Cómo percibir y asumir gustos tan definidos, confuso ya por tus propias ganas de opinar sobre algo que tan poco por naturaleza e inercia dominas. Te leo la mente, la mirada y tus expresiones mientras vas saboreando con cierta duda cada plato y elijo una cerveza que por su punto amargo y espuma finalmente nos convencerá, quitándonos la sed y a ti esa duda que tu apetito reta y desafía.

Así defino yo ese sabor a tofu, sushi y sashimi; ese gusto que al mismo tiempo tus sentidos excita y seguidamente te alivia y te limpia el paladar, catarsis desde el punto del sabor extremo hasta lo neutro que cura y apacigua. Quizá la falta de un vino de esta mesa defina finalmente el porqué de mis costumbres, de mis hábitos tan mediterráneos y muy vistos.

Paseo por las paginas de tus relatos que van por distritos, platos y capítulos de tu buena vida. Me levanto de esta mesa y me dirijo hacía el centro de esta ciudad, permíteme seguirte y mi cerveza de arroz cambiar por una historieta tuya más, un cuento sin vino pero digno.

EL GOURMET SOLITARIO
Jiro Taniguchi-Masayuki Kusumi

Colección: Colección Sillón Orejero
Rústica con solapas
B/N. 200 páginas.
18 euros.
ISBN: 978-84-92769-68-1

Un hombre solitario, con un trabajo que le permite una gran movilidad, recorre las calles de Tokio y otras localidades japonesas para visitar a sus clientes. Cada día es una ocasión para redescubrir un barrio que conoce o para conocer uno nuevo. Pero para este hombre, siempre solitario, el momento de la comida constituye una auténtica aventura, casi un ritual. A lo largo de 19 capítulos El gourmet solitario nos presenta otros tantos platos de la cocina tradicional japonesa. A través de la mirada curiosa de este viajero gastronómico, los autores, Jiro Taniguchi y Masayuki Kusumi, trazan un auténtico retrato sociológico de Japón y de su riqueza gastronómica. Ambos consiguen sumergirnos en las costumbres japonesas, en un paseo sembrado de olores, sabores y diversidad. El gourmet solitario forma parte de esas cosas sencillas que nos ayudan a ver el lado bueno de la vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es curioso, no hace mucho una maestra de la buena mesa me llevó por primera vez a un restaurante japonés. Consiguió que venciera mis recelos y mi inoperancia con los palillos para que degustara sabores desconocidos para mi paladar. Ella no se equivoca cuando recomienda un sitio, aunque a veces se enfada cuando yo conozco otro antes que ella y le gusta. Siempre acierta. No me gustó el queso de soja, sí las anguilas o el sushi. La cerveza era la misma de tu foto, Asahi.
Ella quizá no lo sabe, pero cada noche sueño con un sabor distinto que ella me enseñará algún día. Siempre sabe sorprenderme.