viernes, 11 de junio de 2010

Après le comité




-Delicada, te digo que soy muy delicada y no sé yo si te merecerá la pena seguirme los caprichos.

Entre nubarrones y chubascos de mis días madrileños de junio, consigo resp
onder a cada compromiso y deuda que tenga abierta y estar donde debo y no debo, con una copa en la mano, con un nudo en mi estomago y pensamientos colorados que cruzan y saturan mis humildes intenciones.


Bien equipada pues, con todo insignificante artefacto y absurdo don que me define, me encuentro de camino a una tertulia que mucho, tal vez, promete. Todavía me pierdo por estos callejones de la gran capital, que no desbocan a los brazos de palmeras altas que una playa, si bien recuerdo, poblan; que no me llevan por pasajes que huelan a garrapiñas, gazpachuelos y uva moscatel. Pero ya que dios parece que hoy no está y que este temporal, aunque poco veraniego, lo permite, con sentido y algo de orientación logro llegar, gracias a esa brújula que nunca llevo encima.

Después de dicho logro -que suerte tengo yo- me siento arropada y bienvenida entre personas que se dedican a lo mismo; encontrar excusas para hablar de tierras fértiles, faenas cálidas y tan gustosas, que en su conjunto, no nos engañemos, al vino todo se refiere.
¿Cómo marcar territorio en algo que todos con pureza y dedicación disfrutan? Yo me pierdo y me echo algo hacía atrás, esperando a que se ponga en marcha la degustación que hoy, seguramente, a mi gusto atrape.

Nada más llegar, me obsequian con una copa de cristal, alta y de cavidad amplia, apoyada en un pie largo que encima de una base igual de cristalina posa y descansa. Arma y de mi mano extensión, que con timidez busca por dónde empezar, me acompaña por ese círculo de vino que me toca recorrer, luego opinar o quedarme calladita.
Estimo miradas y expresiones, que a su vez también resulta útil saber catar y valorar, me acerco al primer anfitrión que con mucho gusto mi copa llena, empezándome a contar qué vino es el que ahora mismo mi interés despierta.

Me meto en esa disciplina que tengo asumida bien, sus máximas me guían para obtener toda información que de acuerdo con mi paladar se ponen. Ensamblaje de estímulos, sabor, olfato y la mirada, incluso ¡oye! los vinos también algunos van de sordos, insonoros para explicártelo mejor, pero no es el caso de los vinos tintos y blancos que hoy me rodean.
En una acción física me meto pues y a quién no le gusta husmear, con la lengua jugar y más adelante adivinar, conocerse a si mismo aún más, a través de los sentidos que en ocasiones se nos olvida hacerles mucho caso.
Reconozco también mi debilidad, aunque tanto me gusta el proceso de catar, me cuesta juzgar y proseguir describiendo sensaciones menos agradables.

Me lanzo así de caprichosa a discutir sobre grados, limpidez e intensidades, analizar viscosidad y densidad, lágrimas y alguna que otra sonrisa intercalada, entre copa y anfitrión. A distancia y a trasluz, cato, me comentan y por momentos me quedo sorprendida.
Mi memoria que capta sin parar y al mismo tiempo olvida, me permite hoy mismo hablar de amarillos pálidos y otros más verdosos, amarillentos, topacios, pardos, cobrizos, incluso de caoba o de ámbar. De la gama de los tintos el mismo proceder, así que destaco asegurándote de que mis ojos vieron rojos claros y oscuros, francos y violeta, grosella, sangre y rojo marrón, ladrillo, teja y carmín y, por último un rojo ojo de perdiz recuerdo.

Intercambios sabrosos, potentes y melosos, tertulia sin fin. A mis artefactos los dejo atrás y el nudo de mi estomago suavemente hoy se desenreda. Me rodeo de gente tan afín, aunque pocos al final te hablarán, es que a través del vino uno mejor se expresa.
Cerrando el círculo de tertulias al vino empapadas, a mi copa ya con menos timidez agarro, y sigo balanceándome entre vinos que íntimos se dejan hacer, al envinar mi arma de cristal y disfrutar de cada palabra que, como esponja, mi mente y paladar absorben.

No me quise despedir, de hecho nadie después me buscaría. Así que fui yo personalmente a buscar al vino que de todos más me sorprendió y, de alguna manera, así de su sabor yo monté mi propia despedida.
Uno con delicadeza pide repetir y así lo hice yo; con educación de sobra y ligeramente afinada, después de tanto vino y sabor, fui a pedir una copa más, de un blanco del 2008 que hasta hoy no olvido.
De Airén, que a mí dos veces se me escapó y de la andaluza Lairén hablaba, un vino que también en pequeña proporción algo de la verdejo lleva. Vendimia tardía de octubre, tras un verano caluroso y racimos en maduración, bajo las lluvias de aquel septiembre. Todo eso quise repetir, envinar por una vez mi copa más, y ya sin las máximas del buen catar, abiertamente disfrutar y opinar, dejando escapar una última sonrisa;

oro viejo de color, casi cobrizo y tan brillante. De aromas, un melocotón o albaricoque llego a imaginar, pero en el fondo es casi miel tostada, tirando a orejones. Del gusto ya una golosina es, su dulzura te ataca y con delicadeza se retira, dejando a su paso por la boca suave, la sensación táctil de algo graso. De retrogusto como la miel, como la dulce acidez de los orejones. Un vino que en total, supera su aroma varietal y de eso, pienso yo, que la botrytis se encargó, dando a la airén más azucares, ácidos frutales y aromas tan a madreselva que,
en un principio, esa uva blanca no posea.

Sensación superior, ya ir por callejones que a mí no me suenan, sin brújula y con un sabor en boca tan peculiar, matices y detalles que a mi paladar motivan. Necesito reposar y asumir, de mis caprichos volverte a decir que son los que más me guían y me nutren.



Me siento en una terraza para podértelo todo mejor contar, en una mesa cuyo mantel mi estado anímico define y señala. De mi bolso saco la copa, de mi mano la extensión, con un pañuelo blanco la tengo cubierta. Veo las estampas del círculo de catas de la pequeña comité cómo se quedan grabadas en él, y me pregunto si de brújula puedo usar esa copa de cristal, con ella volver aquí y contarte este cuento.




Vino catado, entre muchos y buenos: Patio


1 comentario:

samuel cano dijo...

Fue toda una suerte tenerte en el Petit Comite. En proximos eventos como este espero tener más tiempo para atender a los consumidores y poder disfrutar un poquito con vosotros, aún así estubo muy bien. Madrid conoció por un momento lo que es el vino natural y el vino arte-sano.

Nos volveremos a ver pronto, seguro.

Salud y buen vino.